sábado, 9 de febrero de 2008

Comer Frío

Pasavante para transitar la frontera. Década del 40
Hace poco tiempo atrás, tuve una entretenida conversación con un conocido abogado aisenino, hijo de esta tierra y descendiente de una antigua familia de la región. El tema de esta charla era sobre Aysén y sus cambios, sobre que nos ha favorecido y que nos ha perjudicado como región y cual es la visión que nosotros tenemos de estos acontecimientos. Mi amigo opinaba que el problema de Aisén era que la gente que ha llegado en los últimos treinta años a la zona (y los jóvenes aiseninos de hoy) no sabían lo que era “comer frío”. No necesité preguntarle que era eso de comer frío porque lo entendí rápidamente y para quienes leen este blog le explico: los colonos que llegaron a esta tierra lo hicieron sin ninguna ayuda, transitaron por largos años por Argentina, hasta que llegaronal territorio de Aisén, a caballo o en rudimentarias carretas con sus familias y se cobijaron bajo un coigüe hasta que pudieron construir un rancho con los materiales que la naturaleza les regalaba. Ellos comieron frío y al decir esto, no me refiero solo al comer sino que al sentir. El frío les caló los huesos y muchas veces les congeló las ganas de hacer cosas. Pasaron miles de pellejerías haciendo Patria en un rincón desolado de Aisén

Construcción de un puente en la provincia. Década del 40

Luego al crearse la provincia, los primeros funcionarios también comieron frío, esos funcionarios que fueron trasladados desde el nivel central y a los cuales se les entregó un pasaje en tren para llegar a Puerto Aisén, porque en Santiago no se sabía ( y aún no se sabe) que la región de Aisén nunca ha tenido tren. Desde el puerto, los funcionarios públicos debieron trasladarse a caballo hasta su destino y ahí nos encontramos con profesores que llegaron a un lugar que no tenía escuela, a carabineros que no tenían un retén, a médicos que no tenían ni una sola posta de salud. Ellos debieron ingeniársela para construir un lugar donde trabajar. Comieron frío los carabineros que hacían sus patrullajes a caballo tanto en verano como en invierno. Comieron frío los médicos que desde Puerto Aisén debieron acudir a Cochrane, Balmaceda, Ibáñez, Chile Chico, Cisnes o Lago Verde. Comieron frío las matronas que debieron andar muchas leguas para atender un parto; comieron frío los camioneros que transitaron huellas que ellos mismos fueron haciendo, comieron frío los troperos que desde el Baker o Lago Verde sacaron sus tropas hasta Coyhaique para poder venderlas.
Comieron frío los mineros de Puerto Cristal que llegaron a un precario campamento y debieron habitar en ranchos como el conocido “rancho de las mulas”, un lugar inhóspito en donde se guarecían después de sus arriesgados turnos. Comimos frío los que fuimos niños ayer y nos educamos en las escuelas públicas de la región y acudíamos a clases llevando cada uno un palito de leña para temperar nuestra sala, comimos frío los que salimos de la región a estudiar, con el consiguiente desarraigo de la familia; comieron frío los camineros que construyeron los primeros caminos antes de la carretera austral, con pala y picota, viviendo en campamentos precarios, movilizándose en camiones sin calefacción, conviviendo con los ratones. Comieron frío los pobladores que sacaban sus lanas en pilchero y volvían con los mismos pilcheros cargados con víveres a sus hogares. Comieron frío los carabineros que patrullaron nuestra frontera y estuvieron en Laguna del Desierto. Comieron frío los aviadores que unían toda la región en arriesgados vuelos, comieron frío los mercachifles que recorrían la zona llevando lo necesario para los pobladores, comieron frío los “chasquis o mensajeros” que llevaban la correspondencia; comieron frío los marinos del lago General Carrera, comieron frío los pobladores del litoral, los pescadores artesanales, comieron frío los comerciantes que apoyaban a los colonos dándole crédito por todo un año.


Funcionarios de Correos de Chile en Chile Chico década del 60


Es cierto, el frío les caló los huesos pero también les templó el espíritu, los hizo fuertes y luchadores de verdad, les hizo crear un lazo invisible con la tierra de Aisén y les dio un sello, una identidad. Hoy eso ya no existe. Los que fuimos niños y jóvenes en el ayer y hoy somos candidatos a ancianos de un mañana, aún tenemos ese lazo invisible que nos identifica con nuestra tierra, pero poco a poco Aisén se está convirtiendo en una región como tantas, con problemas que antes no teníamos como la delincuencia, la cesantía, la pobreza. El poblador de Aisén podía vivir precariamente porque le era difícil construir una buena casa, pero tenía todo lo necesario para vivir, para alimentar a su familia, para pasar un mal invierno sin grandes sobresaltos. Hoy se espera la ayuda del Estado, hoy se busca la cosa fácil. Cuando nosotros éramos niños, no sé como, teníamos acceso a las revistas y a muchos libros, se leía mucho en Aisén y eso ahora no es así. Los jóvenes tienen una ortografía que debiera ser una vergüenza para los profesores que les enseñaron. Hoy los jóvenes se anestesian con la televisión, con el MP3· o MP4, con el celular que parece una tercera oreja. Nosotros escribíamos cartas a nuestra familia, a nuestros amigos. Antes se viajaba por la región para conocerla, se viajaba a caballo, en camión, en barco y podíamos pasar un verano completo en eso. Hoy en una semana recorres desde Caleta Gonzalo hasta Villa O’Higgins y no te detienes a escuchar al poblador, a conocer su entorno, su historia de vida. Todo es rápido. Hoy quienes rigen los destinos de nuestra tierra, no tienen mucho que ver con ella, la mayor parte de los funcionarios son de “afuera” y a nuestros jóvenes profesionales les cuesta encontrar un trabajo en la zona. Hoy hay intereses económicos en juego en muchas cosas y se desconfía del otro si ese otro piensa de manera distinta


Elías Lepío construyendo una embarcación en Puerto Ingeniero Ibáñez


Hoy ya no se come frío. Hoy se viaja fuera de la región en cómodos y rápidos aviones que en menos de 50 minutos nos llevan a Puerto Montt, hoy la región está conectada con el mundo a través de la telefonía, de Internet de la televisión y en lugares como Coyhaique y Puerto Aysén con la fibra óptica.. Hoy estamos al tanto de lo que sucede en China, en Europa o cualquier parte del mundo. Hoy recorremos la región por buenos caminos, aunque nos quejamos de que están malos, pero antes teníamos apenas una huella, hoy se desconoce el hacer y quehacer de la gente que habitó nuestra tierra y muchas veces al encontrarnos con un señor que camina lento y peina canas, desconocemos los muchos aportes que ese señor hizo en la región a través de su trabajo como funcionario público, como profesor, como camionero,.como poblador. Hoy estamos más al tanto de las noticias o copuchas de la farándula de lo que sucede en nuestros pueblos y ciudades, hoy no necesitamos abandonar la familia para obtener la enseñanza secundaria o la universitaria, hoy tenemos buenos equipos médicos, buenos comercios, buena infraestructura, hoy nuestras escuelas y liceos tienen calefacción y ya no es necesario llevar un palito de leña.
Sin embargo a pesar de todo lo que se ha logrado en poco más de cien años, definitivamente hemos perdido muchas cosas, hemos perdido el sello de la identidad aisenina que no se rescata haciendo un par de eventos de fiestas costumbristas. La identidad del aisenino era más que eso, era algo del alma, era un sentimiento que seguramente nació “comiendo frío” como tan bien lo describió mi amigo Alberto.

Teniente Hernán Merino en Puesto Arbilla ( Laguna del Desierto 1965)