Hace unos días Pamela me dijo que muchos querían ver solo la cáscara de nosotros y eso es así. A Aisén viene mucha gente, vienen a llenarse de paisajes, de bellezas, pero no se adentran en la historia de nuestra tierra. Salvo el guanaco, pocos son los que se atreven a interesarse por la vida aisenina, por lo que fuimos y lo que somos. Mi blog por ahora no muestra la escenografía magnífica y emocionante de mi tierra, quiero comenzar contando lo ignorado, la historia del poblamiento, la colonización y mi propia historia ligada a esta maravillosa tierra que me vió nacer. Mi vida fue muy diferente a la de muchos pobladores, pero conozco la realidad de Aisén porque también me tocó vivir los años duros. Recién casada , me fui a vivir a Cochrane, en 1968, a vivir al Baker como se decía, Cochrane tenía apenas cuarenta casas y era un pueblo incipiente en donde permanecimos junto a mi marido por diez años. Allá hice amistades que perduran hasta hoy, siempre vuelvo. Si bien mis hijos nacieron en Coyhaique me tocó criarlos en Cochrane en donde por cierto la vida no era fácil. Sin embargo recuerdo con cariño las largas tardes de lavado en la orilla del arroyo Tamango, lavado a mano, con tina hecha de barriles, con el agua calentada en tacho. Pero allí nos juntabamos las vecinas y haciamos la pesada tarea del lavado mucho más grata mientras nuestros hijos jugaban en los alrededores. Eso en verano. En el invierno las cosas eran más complicadas, el arroyo se escarchaba y las manos parecían no existir de tanto frío. Pero son lindos recuerdos, como lo son las largas noches invernales en que nos juntábamos a jugar al naipe y hacer la vida más grata. La mirada retrospectiva me lleva a gratos recuerdos, a recordar a personas que ya partieron, a amigas entrañables, a gente cariñosa. Recuerdo mis primeros pasos como investigadora de la historia de mi tierra, pasos dados allá en Cochrane, junto a mi amiga Rosa "tita"Gómez, magallanica de nacimiento, pero aisenina de adopción. Con ella comenzamos a estudiar la historia del poblamiento del Baker y con una grabadora Geloso, autenticamente italiana, de carrete y ocho pilas solíamos concurrir a las casas de los pobladores a escuchar sus historias. Muchas veces a caballo, en donde por cierto mi sufrimiento era grande ya que soy muy mala jinete. Hoy las cosas han cambiado, mi grabadora es minúscula y cada cassete me dura 90 minutos, viajo en vehículo hasta los más recónditos lugares y todo es mucho más fácil. Pero me queda el orgullo de poder decir que tuve el privilegio de entrevistar a los primeros pobladores, a esos que ya cabalgan por las rutas del silencio. Si, el comentario de Pamela me llenó de nostalgias. La fotografia que les muestro corresponde a la primera escuela de Cochrane, la vieja escuela que fue mandada a construir por don Lucas Bridges y que dió inicio al pueblo nuevo o Cochrane. Cuando llegué en 1968 todavía funcionaba y en la década del setenta se comenzó a construir la actual escuela.