sábado, 20 de octubre de 2018

Un saludo

Han pasado diez meses sin que escriba nada en el blog, Podría  dar cientos de disculpas. pero la verdad es una sola: La artrosis que este año muy tempranamente me ataco a los dedos lo que me ha impedido escribir con tranquilidad. Ya vamos mejorando y espero retomar este blog.

jueves, 18 de enero de 2018

La Machi Araucana




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Siguiendo con la transcripción de los escritos del cuadero de la señor E, del cual les hablé en la entrada anterior, hoy les presento su mirada sobre la machi y algunas costumbres de los araucanos, que ella conoció  en el año 1912, cuando se vino a vivir desde Valparaíso a Pucón. 

La transcripción se hace tal como ella lo escribió en sus cuadernos. Este artículo lo escribió en el año 1967.

"La machi de los araucanos"


Esta era un personaje especial e indispensable en la tribu. Era siempre una mujer vieja, muy arropada de negro y que rara vez se le veía, pero cuando la buscaban llegaba con la cara tapada, no hablaba con nadie, se dirigía al enfermo que siempre estaba en un rincón oscuro. Echaba a todos para afuera y empezaba a trabajar con su paciente. Habla fuerte varias palabras que nadie entiende, le hace una cruz con un agua que ella trae y en la parte más afectada empieza con masajes. Después se va con mucho sigilo y dice que ant.es que canten las diucas junten los orines y se los lleven antes de que salga el sol. Cuando salía el sol lo exponían a los rayos y a medida que subía el sol, leían en este líquido todos los males habidos y por haber. Enseguida cocían sus yerbas y otras las machucaban harto y luego se dirigían como los galenos todos los días a hacer sus remedios a los enfermos, con ventosas, enemas que ellas tenían sus instrumentos hechos de vejigas de algún animal. Por suerte no existían las infecciones en esos parajes. Y si algo sucedía era porque se había metido el Pillan o diablo, o le había  cantado a alguien el chucao, pájaro de muy mal agüero y entonces era fuerza mayor.
En estos casos ahumaban al difunto un par de días en una zaranda especial, durante los cuales se juntaban todos los vecinos, incluso parientes de lejos, que venían a caballo por días Estos venían a llorar en voz alta y a mencionar todas las buenas cualidades del difunto, parece que no se largaban a pelar y contar chascarros en ese tiempo. El mayor de los orgullos era que ningún convidado se quedara con hambre o sed, todos ayudaban a carnear y a acarrear aguardiente o muday.
El sahumerio se había con ramas de laurel y canelo, que eran plantas sagradas, daban un humo muy fuerte, así que no costaba mucho llorar a moco tendido. Cuando moría algún dueño de casa, construían entre todos de un tronco grueso, una canoa, en ella ponían hojas frescas de laurel y canelo, un palo con un cuerito blando para apoyar la cabeza, enseguida colocaban un cantarito  con muday y otro con pan ,trigo y de todos los alimentos para que pudiera alimentarse durante el trayecto a la otra vida, también sus espuelas de plata y un cantarito con plata sonante, por si estaba en apuros. Creían en la reencarnación pero en otro ser humano. La viuda quedaba viuda toda su vida, si había un hijo grande este tomaba el mando al que se subordinaban todos. No existía la moda de Hollywood, que la mujer se seguía casando. Ella esperaba muy triste  hasta el día de su muerte para reunirse con su marido.
En el hombre era distinto, pronto escogía una guaina para mujer, él no se podía quedar solo. Contaban que un mapuche decía: “Morir mujer ser muy triste, pero tiene remedio, pero morir caballo ser mucho peor no encontrar otro igual”

martes, 16 de enero de 2018

Viaje a Pucón año 1912

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En el año 2014 comencé a publicar este relato. Ahora lo completo y vuelvo a repetir las entradas del 2014 con la finalidad de darles a los lectores  el relato completo.




Hace mucho tiempo, cerca de 25 años, mis hijas, en ese entonces jóvenes adolescentes, se hicieron amigas de un jovencito coyhaiquino que vino a pasar un verano a Chile Chico, era un niño muy agradable al que solíamos tener de invitado a casa en forma cotidiana. Al enterarse que yo escribía me contó que él tenía unos cuadernos pertenecientes a su abuelita y que me los traería. Así fue. En una de sus idas a Coyhaique me trajo los dos cuadernos, manuscritos, el uno con reflexiones escritas por la autora a partir de 1967 y el otro con comentarios políticos  escritos entre 1972 a 1973. El joven amigo de mis hijas me dejó los cuadernos, luego se fue y nunca supe más de él. Tampoco he sabido el nombre de su abuela, solo hay un papel que dice el nombre de su esposo y como está manuscrito, es un poco complicado escribir bien el apellido, pero dice algo así como  Fernando Gudesnchvage Finder y la autora pone su nombre en la tapa de uno de los cuadernos como E de Gudesnchvage. Conservo intactos esos cuadernos que no me pertenecen , tan intactos que entre sus páginas hay guardadas  algunas hojas con anotaciones y alguna propaganda comercial. Cuento todo esto porque he decidido dar a conocer parte de esos escritos que reflejan distintas épocas de la vida en Chile. Por ejemplo ella nos cuenta que nació en Viña del Mar, que estudió en el Liceo Alemán y se caso en el año 1912  y nos relata lo que fue su viaje desde Valparaíso a Pucón en el año 1912 y de manera muy amena nos va contando como era Pucón en aquellos años, como eran los guilatunes, las machis araucanas, las meicas o curanderas, como fue la invasión de ratones en el año 1914 en Pucón etc. La autora era una mujer con muchas inquietudes y leyendo estos cuadernos  uno se da cuenta que el tema político le apasionaba. Cuando ella enviuda se viene a vivir a Coyhaique , al parecer junto a una hija que estaba casada con alguien radicado en la zona y nos va relatando la vida de Coyhaique, los sucesos importantes de la ciudad y otras muchas cosas más. Hago hincapié de que los textos los transcribiré textuales, respetando la gramática y la ortografía de su autora.
Hoy comenzaré con un simpático artículo titulado HOMO SAPIENS (escrito en 1967)

"Yo no comparto la teoría de Darwin  que descendemos de los monos, pero que en la naturaleza hay una línea parecida entre los monos y nosotros, si. Esto se nota mientras más nos observamos a nosotros mismos y a nuestras manos. Nunca me olvidaré cuando un caballero mayor que estaba en Pucón para buscar plantas oriundas de Chile como papas etc., me ve con una hijita de seis semanas y me pregunta si la puede ver bien. Cuando le puso los dedos debajo de sus pies, se encogieron los dedos como para pescar, después le observó bien la cabeza y muy contento me dice: Muchas gracias, ahora estoy completamente seguro de que descendemos de los monos. No supe que contestarle, recuerdo que no me sentí demasiado halagada, ya que yo hallaba completamente normal a mi chiquitina. Ahora, después de cuarenta años, cuando veo los monos en el zoológico con mis nietos u otros chiquitines, siempre veo ante mí la cara feliz de aquel científico que en mi hija adquirió la convicción que nuestra humanidad descendía del




Viaje a Pucón en 1912


El viaje desde Valparaíso a Loncoche se hizo sin novedad, o sea novedoso por los distintos pueblos del sur donde a menudo salían a la estación, mapuches a vender sus tejidos, que eran su negocio, las avellanas tostadas, los chupones y algunas cosas de alfarería  que yo miraba sin ocurrírseme para que servirían, más tarde aprendí a usarlas y hpy día son adornos de muchos grandes salones. Al fin se llegaba a Temuco, donde paraba el tren mucho rato. Allí si que habían muchos araucanos con sus preciosos tejidos, desde las prácticas alforjas hasta los lindos ponchos que solo ellos hacían tan bien y los teñían con colores que sacaban de las plantas y flores y que no se desteñían con nada. Eran en todo sentido, artículos de lujo. Compramos varios sin saber que aquellos se iban a colocar en las ventanas en protección del frío temporal y para que no pasaran las balas locas. Llegamos a Loncoche, un pueblo sin importancia pues Pitrufquén era la cabecera del departamento. Cerca de la estación había un hotel casi exclusivamente para los viajeros comerciales y pasajeros del tren. Durante el día bastante triste, buena comida y bastante chicha de manzana pero desde la tarde a media noche se oía mucho ruido y risas pues se juntaban los caballeros a tomar sus copas y a jugar, parece que era la única entretención. Era fin de marzo y me decían que en octubre podía empezar el buen tiempo, pero que entre medio venía el veranito de San Juan y este duraba a veces hasta una semana. Yo suspiraba pero pensando que la gente aumentaba tanto las cosas y como sabían que yo no sabía ni sé nada, querían meterme miedo.
Pero muy luego note que seguía lloviendo a chuzos y las calles eran verdaderos barreales pues las veredas eran reemplazadas por troncos y bastante altos, esto servía para apearse del caballo decían.
Delante de las casas había un varón grande para atar las bestias que eran muy dóciles y tenían una paciencia increíble, pues sus dueños a veces  se calentaban el cuerpo días enteros después de haber hecho sus compras, ellos los nombraban “los vicios”. Estos consistían generalmente en cigarrillos, yerba, azúcar, fósforos y jabón y se me olvidaban la botella de parafina para el chonchón, no existían los cómodos tarros de Esso y cuando el corcho no era bueno y el jinete llegaba a todo galope a su casa, no solo él estaba emparafinado sino que el azúcar, la yerba y los cigarrillos igual .Más de una viejita que esperaba días enteros su yerba para el mate, se tenía que tonificar y se decían entre ellas: Comadre tiene un poco de parafina pero dicen que es buena para el pulmón, una meica receta 10 gotas en un terrón de azúcar y yo no creo que la yerba tenga más que eso.
Por fin un día mi marido le escribió a su hermano Otto a Villarrica que mandara el primer día bueno una carreta lo más apropiada para mi viaje. Esta carreta reconozco que fue arreglada con mucho cariño  con un toldo grande de carpa y varios sacos de paja para amortiguar los golpes, los mejores bueyes gordos para sacar la carreta del pantano. Yo emprendí el viaje sola, con un viejo servidor de mi cuñada y su viejita para acompañarme y al mismo tiempo hacer sus compras en el pueblo. Yo miré este vehículo y lo encontré bastante divertido, cuando se es joven gusta todo lo nuevo y divertido.
Al siguiente día temprano emprendimos el viaje, yo sola con este matrimonio pues mi marido tenía que ir a Valdivia para comprar los víveres para todo el invierno, no podíamos esperar el veranito de San Juan. Llovía, llovía y llovía y empezó el viejecito a canturrear “parece jardín, parece jardín. A la media hora fastidiada con su canto y con tantos golpes pues para no sumergir la carreta en el barro había troncos gruesos atravesados y las ruedas eran de palo macizo, saltaban alegremente de un tronco a otro, eran tantos los golpes que a veces casi tumbaban la carreta y los sacos de paja bailaban de un lado a otro, pero mi buen carretero seguía cantando “parece jardín”, de repente le digo fastidiada “oiga iñor que es lo que parece jardín” y él lleno de bondad me dice: Los bueyes señorita, este es Parece y este es Jardín y me los presento alegremente con la picana. Esto fue una pequeña alegría. Una hora más tarde le pregunto a la buena viejita ¿Señora nos falta mucho?, no es mucho me responde, son dos lomas no más, después de la primera llegaremos a Huiscapi y allí llegaremos a merendar. Para no aparentar más ignorancia no le pregunte nada más. A medio día paró la carta y la buena señora se acerca a mí y me dice con disimulo y cariño: Si su  mercé quisiera miar, allí hay matas y mi viejo no mira nunca. Francamente se lo agradecí y le dije con discreción que estiraría las piernas un rato pues me dolía todo el cuerpo con los golpes y la viejita me miró con cariño y me dijo ¡tan jovencita y tan señorita!. Cuando me bajé de la carreta, ella me gritó ¡para ese lado está mejor y me muestra unos cuantos boldos bien tupidos. . Cuando los bueyes y todos habíamos “estirado las piernas” siguió el viaje de la misma forma. Hubo otro descanso detrás de una loma y fue para sacar el termo con café y comer unas presas de pollo. Les convidé a mis amigos (pues se dice que a golpes se hacen las amistades). Yo tomé mi café y ellos hicieron un fuego para calentar agua para tomar mate y tomaban ambos. De repente la viejita le pasa el pañuelo a la bombilla y me pasa el mate diciéndome: tenga la bondad de aceptarme un matecito. Yo avergonzada le dije, no muchas gracias, yo no tomo mate, pero ella insistía diciendo que el mate era bueno. No encontrando otra disculpa, le digo Yo no chupo donde chupan otros, parece que la ofendí, pero después reaccionó pensando que yo no era de la región y me dice: Estoy segura que si se queda algún tiempo le va a gustar el mate.

Seguimos nuestro camino silencioso solo con el cantito “parece jardín” que nos acompañaba. Yo traté de dormir lo cual no fue posible porque de repente un golpe fuerte me recordaba que no estaba en la cama sino que en la carreta. Yo quise arreglar algo la situación y le contaba de Valparaíso y Santiago, lo que les gustó mucho y me preguntaron si era muy bonita La Moneda donde vivía el Presidente y que yo seguro le conocería todos sus salones elegantes, a lo que no sabiendo mentir les conté: ¡Claro que conozco La Moneda pero sus salones no!. Y me decían: sus papás deben haber estado en el palacio y yo para no  desilusionarles mucho les dije que mi papá pasaba a veces por ahí. Charlamos varias horas y se olvidaron de que yo no quería chupar mate con ellos. Volví a preguntar ¿falta mucho?. Me dijeron detrás de esa loma  viene Huiscapi y llegaremos  a la merienda donde las señoritas Rivera, son muy buenas y tienen muy buena casa, ya están avisadas y la recibirán muy bien. Tienen camas muy elegantes y ellas mismas bordan y tejen a crochet, así que tienen  los almohadones más lindos y todo almidonado y le diré que no reciben a cualquiera, solo a la riquería. Yo miraba y miraba y me parecía que la loma no aparecía nunca. De pronto ¡qué alegría!, la loma se corrió y estábamos atrás, esto era un bajo, por consiguiente la peor parte del camino y dice el viejito ¡ parece que  vamos a tener que apearnos!. Yo miraba el gran fango y pensé ¡tanto machucarse para quedarnos por secula en el barro!, pero luego el viejito se bajó y con energía picaneó y gritó a los bueyes, unos cuantos tirones y salimos del fango y el carretero dice muy contento ¡Por suerte tenemos un pértigo nuevo.
Por fin vimos la casa de las señoritas Rivera, primero salieron diez perros grandes, luego las dos señoritas muy arregladas y otros pocos perritos chicos detrás. Me llevaron casi en andas, la casa muy aseada con una gran estufa y grandes alfombras hechas por ellas. Me calenté un rato y cuando ya pude andar me llevaron al dormitorio. Todo lo que me había dicho la viejita era poco en cama elegante. En el almohadón grande había en preciosos colores un par de palomas que se besaban. Yo les admiré mucho los bordados y me contaron que la seda era importada. La comida era muy buena y abundante y cuando me preguntaron si quería acostarme tenía la clave para mi palabra ignorada. No supe como caí en la cama, solo recuerdo que varias veces desperté asustada pensando que mi carreta se daba vueltas. Al siguiente día, temprano, una de las señoritas me trae personalmente el desayuno en una  bandeja en la que había de todo. Yo le dije que no podría comer tanto y ella me dice coma no más ¡se vé tan flaquita!. Cuando ya estaba en la mitad del desayuno  se asoma muy prudente mi carretero y me dice que es hora de seguir el viaje, que no llueve muy fuerte y si esperamos nos pillará la lluvia por el camino. Saltar de la cama y estar lista en la carreta fue de un santiamén. Me despedí con mucho cariño de las dueñas de casa y partimos de nuevo con la tonadita de parece jardín. Oscureciendo llegamos a Villarrica. Fue un gran gusto llegar a una casa donde me recibieron con gran cariño en una casa que no siendo muy grande encerraba un gran corazón.
Mi cuñado Otto y su señora fueron muy cariñosos conmigo. Tenían una cocina grande que era el hogar de la familia. La gran estufa prendida todo el día en el invierno. Todos nos sentíamos muy confortables, era la lumbre del hogar en todo sentido, era mucho más acogedor que una chimenea prendida en un living del norte.
Pasan varios días, esperamos un día sin temporal ni puelche para atravesar el lago Villarrica y llegar a Pucón. Por fin llegó el día tan esperado y nos embarcamos en el vapor de mi cuñado con su esposa y familia. Era el primer vapor construido por él mismo  con la ayuda de un técnico H.Felis, que venía de un astillero de Valdivia. El viaje fue muy agradable, íbamos caleteando por la costa del lago Villarrica que en ese tiempo era muy bonito, casi en todas partes llegaban los bosques al mismo lago y muchas veces se reflejaban en las aguas cristalinas. En una parte llamada en ese tiempo “Los Riscos” atracó el vapor a dejar correspondencia, pues era la única manera en esos tiempos para esas gentes de conseguir sus cartas o telegramas urgentes. De allí directamente a Pucón, de lejos se veía la península muy pintoresca, me contaban que le pertenecía a don Clemente, que estaba como treinta años allí, cuando había un boquete pequeño para atajar los malones de los araucanos. Cuando pregunté asustada si eso existía todavía me dijeron que ahora no quedaba nada más que la casa de la aduana con su jefe y un par de matones, pero estos solo para atajar los arreos que venían de Argentina, los arreos chicos, pues los grandes daban otra vuelta y por lo general eran grandes señores, pero eso cambió luego.
Así llegamos a mi nueva Patria, pues esto no parecía pertenecer a Chile. Pucón estaba entre el lago Villarrica a los dos lados y el potrero de resguardo, terreno fiscal reservado para resguardar la frontera. En verdad esto no podía llamarse pueblo, en la orilla de la playa, en las dos puntas las dos casas comerciales y en el medio de la plaza, la aduana con su matadero, es decir un arco donde se carneaban los animales que eran la multa de algún papel extraviado  o el pago de un pobre arriero que traía un par de animales. Esto era muy práctico porque para diez o quince familias que formaban el pueblo con sus alrededores no se podían tener una carnicería o un matadero. A un lado de la plaza habían varias casas, una era el correo y telégrafo en otra vivía una viejita que daba clases, parece que cobraba dos pesos mensuales. Me decían que la viejita era tullida, pero los niños aprendían muy bien. Se contaba que cerca de ella manejaba  una varilla larga, eran los tiempos que la letra entraba con sangre. A ese mismo lado vivía doña Matilde, que era la única casa de pensión para los pasajeros comerciales y gente que pasaba por el paso para Argentina. Al frente de la plaza la casa de mi cuñado, la cual había arrendado mi marido por dos años porque no creíamos que nos quedaríamos por más tiempo. Quien creyera que nos quedamos hasta 1948 cuando el volcán pasó por nuestro pequeño campo y se llevó en un momento todo lo plantado y trabajado, dejando un saldo de tremendas piedras, palos y raíces que bajaron por la  En ese tiempo habían en Pucón solo dos calles, una que iba directamente desde el muelle a la punta de la plaza donde estaba el negocio de don Clemente y se nombraba por su nombre y de aquí se atravesaba al sesgo  la plaza y se llegaba a la calle única a la alameda de don F. Kause y seguía a Argentina. Esta calle no tenía nombre pero en sus tres o cuatro cuadras había unas ocho casas. No sé cómo se llama ahora, pero creo que debiera llamarse “Doña Claudina”. Era la casa más arreglada y en las tardes cuando terminaban de cantar los sapos y ranas empezaba el canto de doña Claudina. Contaban que las niñas tenían muy buena voz y que doña Claudina tocaba divinamente el arpa. Yo la oía de lejos cuando ya cantaban las notas más altas quizás porque los ánimos estaban de acuerdo con las notas. Por fin un día tuve la oportunidad de conocer a la famosa Claudina. Fuimos al potrero de resguardo a cazar torcazas y pasamos por el frente de la casa de doña Claudina. Ella salió a la puerta y dice con malicia: “Don Fernando, que hace tiempo que no lo veo por aquí, parece que ya no recuerda cuando venía con sus arreos y tocaba tan bonito la guitarra”. Mi marido muy confundido le dice: “Parece que me confunde con un hermano, somos muy parecidos”. Ya íbamos llegando al potrero de resguardo y todavía se oía la cantante risa de doña Claudina. Debo agregar que en ese tiempo realmente pensé que se trataba de una equivocación.
Llegamos a casa a pelar las torcazas con la ayuda de un viejito holandés que nos contaba que había sido marino y una mala maniobra lo dejó en la zona. Era un excelente ayudante, secretario, cocinero. Muy leal y cariñoso y me cuidaba como a una hija. No hablaba castellano y tenía sus palabras raras pero nos entendíamos en alemán. Todos lo llamaban “Muchaico” porque el usaba una palabra parecida. Con el tiempo descubrí que esa palabra quería decir marco de puerta o marco de ventana. Él no se hacía problemas con su sobrenombre. Él era nuestro cocinero, claro que no había mucho para elegir: truchas, torcazas y carne de cordero y muchas papas. Si alguien me hubiese dicho que en Chile se importarían las papas me habría reído con más fuerza que doña Claudina, pero así fue. Recuerdo que muy de vez en cuando alguien carneaba un vacuno y una vez mi marido compró una pierna y tuvimos carne por toda la casa. Incluso Fernando le regaló a algunos vecinos, pero uno de ellos le mandó el regalo de vuelta. Después supimos que pensaban que Fernando le había puesto veneno. Eso me desesperó, pero en general la gente era muy desconfiada y yo me contagié con eso y con los años aprendí a ir personalmente a comprar la carne y elegir los cortes. Así pasamos el primer invierno en Pucón. Con buen fuego y bastante leña que se recogía en la playa. Mi marido escribía para El Mercurio dando a conocer las bondades de la zona que según él, algún día sería la Suiza chilena que tenía un gran porvenir y que había que trabajar para conseguir un ferrocarril para sacar las grandes riquezas madereras de la zona. En ese tiempo se pelaban los lingues y esa cáscara se mandaba a Valdivia y se exportaba a Alemania para curtir las suelas. Muchos años después, se verían cumplidos los sueños de mi marido pero él no alcanzó a disfrutar nada de eso. Lo único que alcanzamos a pescar fueron salmones pues en 1911, el señor Alberto, Jefe de Piscicultura había puesto las ovas en varios esteros. (Continuará)
En esos tiempos había truchas y pejerreyes, e incluso bagres, pero estos solo salían cuando pescaban con dinamita, por suerte, esto no estaba al alcance de todos.
El verano siguiente nos fuimos a Valparaíso a esperar nuestro primer hijo. Cuando volvimos, estaban las chapas dela casa rotas, se habían robado lo que quisieron, por suerte mi marido había levantado una tabla del piso debajo de una alfombra, allí había puesto las armas, que tenía varias muy buenas, las balas y algunas cosas de valor.
Muchaico andaba en Villarrica para avisar al Juez y cuando llegó, llorando decía que primero habían robado la correa matriz y varias herramientas en el sitio de la playa donde se había instalado un aserradero, el primero en Pucón, y se había traído un gran motor a vapor desde Valparaíso en tren  a Loncoche y de allí con seis yuntas de bueyes a Pucón. Muchaico lloraba a gritos y que no nos quedáramos; porque corrían rumores de que si no nos íbamos a la buena, nos liquidarían. Parece que mi marido no convenía a los intereses creados. Nos quedamos solos y sin poder aserrar ni moler, porque en el molino que tenía piedras francesas, habían puesto grandes pedazos de fierro y al probar saltaron los pedazos. Nos quedamos todo el  invierno solos.
Nuestro amigo Cesario Antinao nos trajo una indiecita y un chico mapuche, el decía: la guaina para el Patrón, y si no quiere obedecer, dale palos y así te va a querer y estará contenta y el gueñesito me lo regaló a mí, para que te cuide la guagua me decía. Era un guatoncito de unos ocho años más o menos, sus ojos eran dos uvas negras que brillaban en su carita morena, siempre sonriendo y no terminaba de mirar a la guagua, lo que le molestaba parece, era el pelo, que según él era lana de oveja. A los pocos días le veo un tremendo piojo negro y cuando lo miré me dijo con mucho cariño: con este va a criar pelo el pobrecito. Yo le celebré su idea pero le corte el pelo al rape y le puse parafina. Lo malo fue que como el pelo era muy grueso y yo no sabía pelar, le corte un poco la punta de la oreja, cuando vio la sangre no lo pude tranquilizar, el gritaba desesperado ¡me marcaste, Yo no soy oveja! Solo cuando ya no sangraba y se vio en el espejo se conformó y me dijo con cariño: yo no soy animal, yo soy tu gueñesito.Entonces lo besé con cariño y susto. Fue fiel a nosotros hasta que nuestro hijo andaba y él le enseñaba las primeras palabras en castellano, era muy divertido oírlo hablar mitad alemán y mitad chileno, pero a medidas que iba creciendo le enseñaba palabras chilenísimas, cuando yo le dije que no le enseñara esas palabras, me dijo que él las decía cuando estaba enojado no más.
María también nos salió buena, pero un buen día no estaba y a los dos días la trajo Antinao al anca y la castigó brutalmente delante de nosotros, a pesar de que yo le gritaba de que no le pegara más, la castigó hasta cansarse. De repente le dijo que pidiera perdón y le dijo a Fernando: Tú ocupar de mujer, entonces no irse nunca. Yo me enfermé con todo esto y le rogué que la llevara, que no tenía nada en contra de ella pero que se la llevara por favor.
Entonces almorzamos juntos y cuando la llevó le regalé ropa y le pedí que por favor  que no la castigara nunca más, que era muy buena…
Fin del relato.

domingo, 14 de enero de 2018

Las Revoluciones

Hoy me puse a pensar en las denominadas Revoluciones. Una revolución es siempre un cambio, una vuelta de las cosas. Tenemos muchos tipos de revoluciones. las más conocidas son la revolución francesa que terminó con la monarquía, la revolución rusa, que termino con el sistema del Zarismo y llevó a Europa del Este al comunismo , la revolución cubana, que llevó a los hermanos Castro a ser dueño de las personas y de todo en la isla de Cuba y que se mantiene hasta hoy, el intento de revolución en Chile con sabor a empanada y vino tinto. Eso en lo político-social: Ninguna trajo grandes beneficios.
Pero desde mi punto de vista hay dos grandes revoluciones que si han significado beneficios para la humanidad: La revolución Industrial y la Revolución Cibernética. Con todos los pro y los contras, solo estas dos revoluciones han traído cambios notables en el mundo y nos han beneficiado. Creo que las otras, llamadas revoluciones sociales ,solo fueron paja molida, que beneficiaron a un grupo y oprimieron al resto.
Esto no tiene nada que ver con el tema de Aysén, pero de alguna manera, la revolución industrial y la revolución cibernética nos ha beneficiado.
Aysén se pobló con personas que solo tenían un capital en animales, que usaban la tracción animal para arar sus campos, para transportar sus productos etc., hasta que comenzaron a llegar las máquinas que ya se habían inventado hacía rato en  Europa, y fue posible alivianar un poco el trabajo. En cuanto a la revolución cibernética, nosotros tuvimos un sistema de comunicación muy lento y dificultoso y ahora es posible comunicarnos al instante, escribir desde cualquier lugar, llamar por celular desde remotos lugares. Sin duda alguna, un gran beneficio

miércoles, 10 de enero de 2018

El lago Chelenco



La primera foto corresponde al canal que se forma entre las islas ubicadas frente a Chile Chico y el cerro que circunda mi pueblo y la segunda foto corresponde a la Isla Macías, en el interior del lago.
Con estas fotos quiero hablarles del lago Chelenco.  y como se ha popularizado este nombre citando al lago Buenos Aires- General Carrera, lago Binacional que viene a ser el cuarto más grande de toda  América y el segundo más grande de la parte sur de nuestro continente, después del lago Titicaca.
En el año 1995, se construye una nueva barcaza y la Empresa Mar del Sur, que actuaba de armadora, llama a un concurso para ponerle el nombre. El premio para el ganador, según se publicitaba, era un "equipo musical". Postulé proponiendo el nombre de Chelenco y dando los antecedentes que luego les cuento. Saqué el primer lugar y el equipo musical no era otra cosa que una radio casetera. Hasta la fecha, no hay en la "Chelenco" ninguna placa que explique el origen del nombre. Según tengo entendido, esta barcaza ha sido vendida por sus dueños y será trasladada a otro punto del páis. me imagino que conservará su nombre.
Pero hablemos del lago "Chelenco". En la cartografía de entre los siglos XVII, y XIX  figura el lago Chelenco y también el lago Coluhuapi. Unos de los primeros cartógrafos que pone este nombre es el español Juan de la Cruz de Cano y Olmedilla, quien en 1775 presenta su mapa de la Patagonia y ubica un lago al que llama "Chelenco" y más o menos le da una latitud  en los 46° y  en los 71° aproximados de longitud oeste. Pasaron muchos años , antes de que el lago fuera nombrado nuevamente como Chelenco. 
Cuando concursé para ponerle el nombre de la barcaza, no lo hice teniendo un acabado conocimientos y una certeza extrema de que este  fuera el lago Chelenco, simplemente, estudie el mapa de Cano y Olmedilla y consulté a entendidos  el significado del nombre, que según me explicaron podría originarse en las palabras  tehuelches Sheluen, cuyo significado es tempestad o temporal y Koi cuyo significado  sería Lago. 
En un seminario de historia, tuve la oportunidad de compartir con el historiador magallánico, don Mateo Martinic, hombre de acabados conocimientos de la Patagonia y discutimos el tema. El me  insistió que mi tesis no tenía sustento y que el lago  nombrado como " Chelenco" era el lago Pueyrredón-Cochrane y que el Chelenco podría ser el lago Muster . Por supuesto que yo no podía alegar y defender mi teoría ante tan grande historiador. Seguí buscando antecedentes y me encontré con la sorpresa de que George Muster, en su memorable obra "Vida entre Patagones", publicada en 1871, no hiciera mención alguna al lago Coluhuapi y mucho menos al Chelenco. No entendía de que este gran espejo de agua fuera ignorado y que los tehuelches no le contaran a Muster, pasando tan cerca del lago  en el cañadón del Pluma. Luego de la lectura de muchos libros de exploradores y el estudio de alguinos mapas, me encontré que el lago Chelenco estaba nombrado en algunas oportunidades, pero existía mucho más conocimiento del lago Coluguapi y que este nombre correspondía al actual lago Buenos Aires-General Carrera.
La investigación histórica demanda mucho tiempo, mucha dedicación a la lectura y al estudio y, también muchos recursos ,y no siempre se cuenta con las tres cosas, pero también debo decir, que la investigación histórica demanda paciencia y que en algún momento las dudas son resueltas y con creces. 
El año pasado, mi amigo Mateo Martinic, me mandó una copia del trabajo presentado por Walter D. Meloa,, Facundo  Scordo,Gerardo M.E. Perillo  y  M. Cintia Piccolo en la Revista Magallanía, Volumen 47 publicado en el 2017, en donde hacen un acabo estudio cartográfico e historiográfico. Determinan que el lago Chelenco está nombrado y cartografiado en  6 de 26 mapas analizados y la última vez que se lo cartografió fue en 1829 (en Lapie, 1829). y que el lago Coluguapi ( con sus variantes fonéticas) está cartografiado  en 25 de los mapas analizados.   En dos mapas aparece un lago sin nombre en el sitio que en los otros mapas pertenecería al Chelenko (en Russell, 1794 y Tanner, 1796). El lago Chelenko siempre se lo cartografió acompañado del lago “Coluguape” (o nombres similares). Este último lago aparece en 25 mapas y en uno solo no se lo identifica nominalmente (en Jefferys, 1776). El drenaje del lago “Coluguape” nunca se lo identificó drenando hacia el Pacifico. En seis mapas drena hacia el río Gallegos, en otros seis hacia la salina de Cabo Blanco (hasta 1827), en tres hacia el río Santa Cruz y en once oportunidades hacia el río Deseado. En este interesantímo estudio se concluye entonces que :Del análisis realizado surge que la denominación de Chelenko y “Coluguape” se referirían al mismo lago y que se trataría del actual lago Buenos Aires-General Carrera. Por otro lado, el término araucano “Coluguape” y el término Chelenko, de origen aoniken, se referiría al lago (Buenos Aires-General Carrera). Su drenaje hacia el Deseado cartografiado en diez mapas de los veintiséis analizados, marcado como si fuese una línea continúa entre los ríos Fenix y Deseado, evidencia una línea de comunicación y no un mismo curso hídrico..
Ahora bien, a mi me asalta la duda sobre el origen mapuche del nombre Coluguape, ya que según entiendo, los mapuches no avanzaron tan al sur. Pudiera ser, que con la mezcla entre tehuelches, estos tomaran  palabras mapuches, pero las fechas primeras de la aparición del nombre, no concuerdan con los estudios de la data de la mapuchización  de la Patagonia.
En fin, Chelenko o chelenco, un nombre interesante que figura escrito a contar de 1775 y que a partir del bautizo de una barcaza, se hizo popular y hoy tenemos grupos de operadores turístico, que le sacan partido.
Si alguno de los lectores se interesa en conocerla publicación  que se hizo sobre el tema en la revista Magallanía, no tengo problemas en compartirla..




martes, 9 de enero de 2018

Bienvenido 2018

Ha pasado más de un año  desde mi última publicación en donde les contaba del hermoso regalo de Navidad que me hizo mi amigo PatagoniaLink con su inesperada visita. Desde ese momento a hoy, ha corrido mucha agua bajo el puente, y hoy quiero recomenzar mis escrituras, deseando a todos los lectores de este blog un muy bendecido año 2018.
El año pasado  fue un año de mucho decaimiento físico, normal creo yo a los años que tengo. Me sumí en la soledad y no hice nada productivo. Yo diría que mi estado de ánimo en el 2017, fue más bien depresivo. Pero el año 2018 es el año del perro en el horóscopo chino y coincide con mi año de nacimiento. He comenzado un nuevo proyecto de escritura y estoy decidida a retomar las historias de  mi hermosa Patagonia aisenina y Patagonia en general y transmitirlas en este blog, y a publicar en el blog de libros, las muchas adquisiciones  que tuve el 2017, en cuanto a relatos patagónicos. A veces me dan ganas también de comentar libros con otros contenidos que he leído , pero no, mejor dedicarse a  divulgar lo que se escribe, lo que se escribió o lo que se está escribiendo en Aysén y alrededores.
En el mes de diciembre la Universidad de Aysén, me entregó un reconocimiento por la trayectoria y mi  dedicación de más de cuarenta años a difundir la pequeña gran historia de mi tierra ,y sin duda alguna, ese reconocimiento ha sido un acicate para  un nuevo renacer.
Les dejo una foto de las islas Normanda, frente a mi pueblo. Un bello paraje, sin lugar a dudas.
Un cordial saludo a todos ustedes.