jueves, 18 de enero de 2018

La Machi Araucana




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Siguiendo con la transcripción de los escritos del cuadero de la señor E, del cual les hablé en la entrada anterior, hoy les presento su mirada sobre la machi y algunas costumbres de los araucanos, que ella conoció  en el año 1912, cuando se vino a vivir desde Valparaíso a Pucón. 

La transcripción se hace tal como ella lo escribió en sus cuadernos. Este artículo lo escribió en el año 1967.

"La machi de los araucanos"


Esta era un personaje especial e indispensable en la tribu. Era siempre una mujer vieja, muy arropada de negro y que rara vez se le veía, pero cuando la buscaban llegaba con la cara tapada, no hablaba con nadie, se dirigía al enfermo que siempre estaba en un rincón oscuro. Echaba a todos para afuera y empezaba a trabajar con su paciente. Habla fuerte varias palabras que nadie entiende, le hace una cruz con un agua que ella trae y en la parte más afectada empieza con masajes. Después se va con mucho sigilo y dice que ant.es que canten las diucas junten los orines y se los lleven antes de que salga el sol. Cuando salía el sol lo exponían a los rayos y a medida que subía el sol, leían en este líquido todos los males habidos y por haber. Enseguida cocían sus yerbas y otras las machucaban harto y luego se dirigían como los galenos todos los días a hacer sus remedios a los enfermos, con ventosas, enemas que ellas tenían sus instrumentos hechos de vejigas de algún animal. Por suerte no existían las infecciones en esos parajes. Y si algo sucedía era porque se había metido el Pillan o diablo, o le había  cantado a alguien el chucao, pájaro de muy mal agüero y entonces era fuerza mayor.
En estos casos ahumaban al difunto un par de días en una zaranda especial, durante los cuales se juntaban todos los vecinos, incluso parientes de lejos, que venían a caballo por días Estos venían a llorar en voz alta y a mencionar todas las buenas cualidades del difunto, parece que no se largaban a pelar y contar chascarros en ese tiempo. El mayor de los orgullos era que ningún convidado se quedara con hambre o sed, todos ayudaban a carnear y a acarrear aguardiente o muday.
El sahumerio se había con ramas de laurel y canelo, que eran plantas sagradas, daban un humo muy fuerte, así que no costaba mucho llorar a moco tendido. Cuando moría algún dueño de casa, construían entre todos de un tronco grueso, una canoa, en ella ponían hojas frescas de laurel y canelo, un palo con un cuerito blando para apoyar la cabeza, enseguida colocaban un cantarito  con muday y otro con pan ,trigo y de todos los alimentos para que pudiera alimentarse durante el trayecto a la otra vida, también sus espuelas de plata y un cantarito con plata sonante, por si estaba en apuros. Creían en la reencarnación pero en otro ser humano. La viuda quedaba viuda toda su vida, si había un hijo grande este tomaba el mando al que se subordinaban todos. No existía la moda de Hollywood, que la mujer se seguía casando. Ella esperaba muy triste  hasta el día de su muerte para reunirse con su marido.
En el hombre era distinto, pronto escogía una guaina para mujer, él no se podía quedar solo. Contaban que un mapuche decía: “Morir mujer ser muy triste, pero tiene remedio, pero morir caballo ser mucho peor no encontrar otro igual”

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