Viaje
a Pucón en 1912
El viaje desde Valparaíso a
Loncoche se hizo sin novedad, o sea novedoso por los distintos pueblos del sur
donde a menudo salían a la estación, mapuches a vender sus tejidos, que eran su
negocio, las avellanas tostadas, los chupones y algunas cosas de alfarería que yo miraba sin ocurrírseme para que
servirían, más tarde aprendí a usarlas y hpy día son adornos de muchos grandes
salones. Al fin se llegaba a Temuco, donde paraba el tren mucho rato. Allí si
que habían muchos araucanos con sus preciosos tejidos, desde las prácticas
alforjas hasta los lindos ponchos que solo ellos hacían tan bien y los teñian
con colores que sacaban de las plantas y flores y que no se desteñían con nada.
Eran en todo sentido, artículos de lujo. Compramos varios sin saber que
aquellos se iban a colocar en las ventanas en protección del frío temporal y
para que no pasaran las balas locas. Llegamos a Loncoche, un pueblo sin importancia
pues Pitrufquén era la cabecera del departamento. Cerca de la estación había un
hotel casi exclusivamente para los viajeros comerciales y pasajeros del tren. Durante
el día bastante triste, buena comida y bastante chicha de manzana pero desde la
tarde a media noche se oia mucho ruido y risas pues se juntaban los caballleros
a tomar sus copas y a jugar, parece que era la única entretención. Era fin de marzo
y me decían que en octubre podía empezar el buen tiempo, pero que entre medio
venía el veranito de San Juan y este duraba a veces hasta una semana. Yo
suspiraba pero pensando que la gente aumentaba tanto las cosas y como sabían
que yo no sabía ni sé nada, querían meterme miedo.
Pero muy luego note que
seguía lloviendo a chuzos y lñas calles eran verdaderos barreales pues las
veredas eran reemplazadas por troncos y bastante altos, esto servía para
apearse del caballo decían.
Delante de las casas había un
varón grande para atar las bestias que eran muy dóciles y tenían una paciencia
increíble, pues sus dueños a veces se
calentaban el cuerpo días enteros después de haber hecho sus compras, ellos los
nombraban “los vicios”. Estos consistían generalmente en cigarrillos, yerba,
azúcar, fósforos y jabón y se me olvidaban la botella de parafina para el
chonchón, no existían los cómodos tarros de Esso y cuando el corcho no era
bueno y el jinete llegaba a todo galope a su casa, no solo él estaba
emparafinado sino que el azúcar, la yerba y los cigarrillos igual .Más de una
viejita que esperaba días enteros su yerba para el mate, se tenía que tonificar
y se decían entre ellas: Comadre tiene un poco de parafina pero dicen que es
buena para el pulmón, una meica receta 10 gotas en un terrón de azúcar y yo no
creo que la yerba tenga más que eso.
Por fin un día mi marido le
escribió a su hermano Otto a Villarrica que mandara el primer día bueno una
carreta lo más apropiada para mi viaje. Esta carreta reconozco que fue
arreglada con mucho cariño con un toldo
grande de carpa y varios sacos de paja para amortiguar los golpes, los mejores
bueyes gordos para sacar la carreta del pantano. Yo emprendí el viaje sola, con
un viejo servidor de mi cuñada y su viejita para acompañarme y al mismo tiempo
hacer sus compras en el pueblo. Yo miré este vehículo y lo encontré bastante
divertido, cuando se es joven gusta todo lo nuevo y divertido.
Al siguiente día temprano
emprendimos el viaje, yo sola con este matrimonio pues mi marido tenía que ir a
Valdivia para comprar los víveres para todo el invierno, no podíamos esperar el
veranito de San Juan. Llovía, llovía y llovía y empezó el viejoito a canturrear
“parece jardín, parece jardín. A la media hora fastidiada con su canto y con
tantos golpes pues para no sumergir la carreta en el barro había troncos
gruesos atravesados y las ruedas eran de palo masiso, saltaban alegremente de
un tronco a otro, eran tantos los golpes que a veces casi tumbaban la carreta y
los sacos de paja bailaban de un lado a otro, pero mi buen carretero seguía
cantando “parece jardín”, de repente le digo fastidiada “oiga iñor que es lo
que parece jardín” y él lleno de bondad me dice: Los bueyes señorita, este es
Parece y este es Jardín y me los presento alegremente con la picana. Esto fue
una pequeña alegría. Una hora más tarde le pregunto a la buena viejita ¿Señora
nos falta mucho?, no es mucho me responde, son dos lomas no más, después de la
primera llegaremos a Huiscapi y allí llegaremos a merendar. Para no aparentar
más ignorancia no le pregunte nada más. A medio día paró la carta y la buena
señora se acerca a mí y me dice con disimulo y cariño: Si su mercé quisiera miar, allí hay matas y mi
viejo no mira nunca. Francamente se lo agradecí y le dije con discreción que
estiraría las piernas un rato pues me dolía todo el cuerpo con los golpes y la
viejita me meiró con cariño y me dijo ¡tan jovencita y tan señorita!. Cuando me
bajé de la carreta, ella me gritó ¡para ese lado está mejor y me muestra unos
cuantos boldos bien tupidos. . Cuando los bueyes y todos habíamos “estirado las
piernas” siguió el viaje de la misma forma. Hubo otro descanso detrás de una
loma y fue para sacar el termo con café y comer unas presas de pollo. Les
convidé a mis amigos ( pues se dice que a golpes se hacen las amistades). Yo
tomé mi café y ellos hicieron un fuego para calentar agua para tomar mate y
tomaban ambos. De repente la viejita le pasa el pañuelo a la bombilla y me pasa
el mate diciéndome: tenga la bondad de aceptrme un matecito. Yo avergonzada le
dije, no muchas gracias, yo no tomo mate, pero ella insistía diciendo que el
mate era bueno. No encontrando otra disculpa, le digo Yo no chupo donde chupan
otros, parece que la ofendí, pero después reaccionó pensando que yo no era de
la región y me dice: Estoy segura que si se queda algún tiempo le va a gustar
el mate.. (continuará)
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